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2do Domingo de Adviento: comentario bíblico

Adentrándonos en la palabra de este domingo

La propuesta que se nos hace en este segundo domingo de adviento es escuchar la voz del profeta, o voces de nuestros hermanos, pero no con una actitud pasiva, solamente de receptividad, sino acogiendo a ese Reino al cual debemos acompañar para que se realice y complete en nuestra historia; la forma de completar el camino del Reino se presenta en las lecturas de hoy “enderezando caminos” y “haciendo agradables”, con suaves aromas y sombras, los senderos de la vida… ¡ser “buena gente” para nuestros hermanos!

Baruc 5,1-9, Salmo 125, Filipenses 1,4-11 y Lucas 3,1-6

A las claves que señalamos al comienzo, la escucha para poder completar el camino del Reino, quisiéramos agregar una tercera reflexión por la cercanía de la celebración de nuestra Madre en estos días. Así que comenzaremos trayéndola a nuestra memoria. Veamos.
El texto de Baruc nos personifica a Jerusalén como una madre que ha perdido a sus hijos y que está de luto, alusión clara al momento del exilio-deportación-destrucción de la ciudad. Sabemos que esto significó para el pueblo de Israel perder todo tipo de rumbo y tener pocos motivos de esperanza. Pero a esta mujer se le anuncia una Buena Nueva, sus hijos volverán. Ella con paciente espera, debe prepararse para recibirlos. María nuestra Madre siempre está a nuestro lado, acompañando el dolor y el sufrimiento, nuestras caminatas de la vida, porque como les dice Pablo a los Filipenses en la segunda lectura, “el Señor es testigo del amor que les tengo”, y es allí donde está fundada la esperanza de la acción de Dios, que será salvación. No dudemos de tenerla siempre cerca, ¡porque nos ama entrañablemente, y esto lo traduce en una espera paciente!
Reflexionando ya las dos claves que nos habíamos propuesto al comenzar el adviento para este segundo domingo, quisiéramos destacar cómo Lucas nos ayuda a contextualizar la escucha que tanto Baruc como Juan Bautista nos desafían a vivir. Ante la pregunta ¿a quién escuchamos? O ¿qué palabras debemos escuchar? Lucas nos dice que debemos prestar atención a lo que está ocurriendo en la historia, debemos dar crédito y lugar en nuestra vida a aquello que sucede en el aquí y ahora, con nombre y apellido. Es significativo que el evangelista dé tantos datos de la historia, podríamos decir, eclesial y civil, y no solo eso, sino también datos de la geografía, “Judea, Galilea, Desierto, Jordán”… nuestra escucha tiene que ser una actitud de apertura a la historia, lo que viven nuestros hermanos, lo que estamos viviendo nosotros mismos, y desde allí, descubrir qué debemos hacer para completar con nuestras opciones el Reino que viene. No solamente tener claro el “qué”, sino también el desde dónde escuchar… y no podemos escuchar únicamente desde lo que leemos en nuestros escritorios o pantallas, sino también desde las grietas y fronteras de la realidad, allí donde la vida está más vulnerable, incompleta, sin derechos, desatendida, como decíamos al comienzo del adviento sobre el niño que nos nace.
Y ¿qué hacemos con esta escucha? ¡Tanto Baruc como Lucas nos dicen el cómo! No son los únicos que lo plantean de esta forma en la Biblia, por lo que tenemos que suponer que es un paradigma de conversión que marca “tendencia”, diríamos hoy. La forma de completar el camino del Reino la debemos hacer “enderezando caminos” y “haciendo agradables”, con suaves aromas y sombras, los senderos de la vida… llama la atención en el texto de Baruc que en esta preparación del escenario de la vuelta del exilio actúen muchas fuerzas de la naturaleza (los montes, los barrancos, las colinas, los bosques)… como si lo que tiene que ocurrir es tan grande que trastoca a toda la creación. Y creemos que esto es una buena clave para pensar en aquellas cosas que debemos enderezar o transformar para hacer más habitable el mundo para nuestros hermanos. Situaciones o conflictos que debemos “rellenar” para continuar caminando juntos… cambiar el aroma con los “árboles aromáticos” de la primera lectura, no es cosa fácil porque implica cambiar el clima de la convivencia en tantos espacios en los que vivimos… y podríamos seguir así con algunos ejemplos, pero la realidad es que muchas veces esto lo sentimos como imposible, ¡como algo más allá de nuestras fuerzas! Y bueno, en los textos de hoy encontramos que Dios lo hace posible, lo único que necesita de nosotros es esa apertura a la vuelta y al cambio, a retornar a esos espacios e historia, para ¡ser “buena gente” para nuestros hermanos!
Y pedirle que cambie nuestra suerte como “los torrentes del Negueb”… o como estas aguas de la Soledad… sabemos cómo un torrente trastoca su camino cuando viene con la fuerza del agua, que así cambie nuestra vida.