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La Palabra del Domingo: II Domingo de Adviento. Is 40, 1-5. 9-11; Pe 3, 8-14; Mc 1, 1-8

12/22/2014

Sería bueno poder rezar y agradecer al Señor en este domingo por aquellas personas que fueron “nuestros precursores” en el camino de la fe, que nos hablaron al corazón y nos ayudaron a cambiar nuestros contextos; junto a esto sería muy interesante recordar desde el corazón agradecido, cuándo fuimos nosotros precursores del reino de Dios […]

Sería bueno poder rezar y agradecer al Señor en este domingo por aquellas personas que fueron “nuestros precursores” en el camino de la fe, que nos hablaron al corazón y nos ayudaron a cambiar nuestros contextos; junto a esto sería muy interesante recordar desde el corazón agradecido, cuándo fuimos nosotros precursores del reino de Dios para otros, haciendo lo mismo que hicieron con nosotros.

2 domingo

Adentrándonos a la Palabra:

Los textos de este domingo nos van ayudando a dar pasos en el camino del Adviento que estamos viviendo. Tanto la primera lectura como el evangelio nos ponen en sintonía con tres claves que nos ayudarán a rezar esta segunda etapa.
Los dos textos se comunican mutuamente y hacen referencia a la persona del “precursor” que anuncia y lleva la buena noticia. Sabemos que Juan Bautista representa aquel que anuncia la preparación del camino que nos lleva a la presencia del Señor. Pero lo que es interesante, comenzando ya a clarificar una primera clave de este domingo, es que según el texto de Isaías el pueblo se encuentra de camino o ya en el exilio en Babilonia; momento histórico más doloroso para el israelita. Y en medio del dolor pleno nace un anuncio y un compromiso de consolación. Dios sabe lo que está viviendo su pueblo, y por eso le anuncia una esperanza mayor, la vuelta por los caminos del Señor, unos caminos que fueron ya preparados para “regresar” a casa, a la casa del su Dios. Ese camino no lo hará solo, sino que el mismo Señor los acompañará y los guiará como un pastor, “cargándolos” sobre sus espaldas. ¿Qué consuelo más grande puede existir en medio de tanto dolor?
La segunda clave nos puede ayudar a comprender un poco más este tema de la culpa y del castigo, o mejor dicho, el “doble castigo” que tiene que vivir el pueblo. Según la legislación israelita, quién robaba u ocasionaba el mal a otro, debía pagar el doble, primero por el mal producido al otro, y luego por el dolor incurrido a la propia vida. Todo pecado tiene una repercusión social. Y el profeta reconoce que el pueblo de Israel ya vivió este tiempo como un tiempo de expiación de sus pecados, ha saldado no sólo su responsabilidad, sino también la que tenía frente a todas las naciones de ser testigo de las grandezas que el Señor había hecho en su historia. Y aquí la predicación de Juan Bautista viene a corroborar que es necesario convertirnos, cambiar de actitud, reconocer nuestros pecados para poder recibir la presencia del Señor en nuestras vidas.
Por último es muy significativo que para vivir esa conversión es necesario que se nos hable al corazón, que se nos propongan cambios de actitudes o testimonios de vida; pero hace falta también abajar montes, allanar senderos, preparar caminos… pareciera ser que los dos textos hacen caminar juntamente el cambio interior y la necesidad de un cambio “geográfico” para que esa conversión y vuelta al Señor sea real. Muchas veces no somos conscientes que necesitamos no sólo de buenos propósitos y proyectos de cambios, sino que también necesitamos cambiar y renovar nuestros contextos, lugares y personas, que no nos ayudan a cambiar y convertirnos.
Sería bueno poder rezar y agradecer al Señor en este domingo por aquellas personas que fueron “nuestros precursores” en el camino de la fe, que nos hablaron al corazón y nos ayudaron a cambiar nuestros contextos; junto a esto sería muy interesante recordar desde el corazón agradecido, cuándo fuimos nosotros precursores del reino de Dios para otros, haciendo lo mismo que hicieron con nosotros.

Hna Mariana Zossi OP y Grupo de Reflexión Bíblico (Fundación Elmina Paz –Gallo).
7 de Noviembre 2014