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La Palabra del DOMINGO XIX DURANTE EL AÑO

08/08/2015

ADENTRÁNDONOS EN LA PALABRA 1 R 19, 4-8; Ef. 4, 30 – 5, 2; Jn 6, 41-51. Desde el comienzo del “Ciclo de Elías” en el capítulo 17 de Primer Libro de Reyes, las acciones del profeta están vinculadas a comidas y bebidas: beberá del torrente y los cuervos le llevarán pan (17, 4), realizará […]

ADENTRÁNDONOS EN LA PALABRA

1 R 19, 4-8; Ef. 4, 30 – 5, 2; Jn 6, 41-51.

Desde el comienzo del “Ciclo de Elías” en el capítulo 17 de Primer Libro de Reyes, las acciones del profeta están vinculadas a comidas y bebidas: beberá del torrente y los cuervos le llevarán pan (17, 4), realizará milagros en casa de una viuda que le preparará pan (17, 7 ss.), siguiendo con el episodio en el desierto que leemos hoy. Todo eso en el contexto en el que “el hambre se había apoderado de Samaría” (18, 2). La sequía azotaba la región y el Libro de Reyes lo explica claramente como una señal de Yahvé frente a un pueblo que rinde culto a otros dioses. Elías con su palabra y sus acciones proféticas quiere dar testimonio del único Dios, el va caminando rumbo al Horeb, el lugar de la alianza de Yahvé con su pueblo.
“Levántate y come, porque el camino es demasiado largo para ti” (19, 7) le dice el ángel, y este cansancio del camino en el desierto nos remite a tantos cansancios que podemos experimentar en el camino de la vida, nuestras propias fragilidades y angustias, las de tantas familias y comunidades que sufren por diversos motivos. Necesitamos alimentarnos con ese pan y recibir la fuerza de esa comida, reconocer tantos signos de la presencia, a veces silenciosa, de Dios en medio de nosotros.
En el evangelio de Juan el discurso del pan de vida se enmarca dentro de las confrontaciones permanentes de Jesús con sus interlocutores, la crisis que la presencia de Jesús provoca atraviesa todo el evangelio. Por eso leemos que murmuraban contra él, preguntándose sobre su madre y su padre, conocidos por todos ellos. “¿Cómo puede decir ahora: he bajado del cielo?”(6, 42).
Es interesante observar los verbos que utiliza Jesús en su respuesta: “atrae”, “escuchar”, “aprender”, “venir” a él; desde allí se conectan con el “ver” y “creer” en el Padre y en Jesús. De alguna manera estas palabras describen también el amor apasionado de Jesús y del Padre por la humanidad, ese mismo amor que lo llevará a entregar su vida. Entrega realizada confrontando los poderes de su época, testimoniando el amor del Padre por los más pequeños, los abandonados, ninguneados por el sistema religioso y político.
A esa entrega concretada en la Pasión se refieren estos versículos que leemos hoy. Por eso la dinámica propia del seguimiento de Jesús implica entrar en la pasión con él, apasionarse por lo que él se apasionó, dando la vida en ello. La eucaristía es signo de esa entrega y pasión, es el alimento que nos da fuerzas en el camino. Pena que muchas veces confundimos las cosas, haciendo de la celebración eucarística una obligación, un requisito que nos exime de una verdadera entrega, un ritual vacío.
Quiero compartir un párrafo que nuestro hermano dominico Brian Pierce cita en su libro “Caminando juntos”: “hace varios años la Madre Teresa de Calcuta contó la historia de una religiosa joven que volvió un día por la tarde al convento, luego de haber pasado todo el día cuidando a los pobres en las calles de Calcuta. “El rostro de la hermana estaba radiante, lleno de luz-dijo la Madre Teresa-y le pregunté en donde había estado”. La joven religiosa le contestó:”he estado tocando el cuerpo de Cristo”. Cuando la Madre Teresa le pidió que le explicara lo que quería decir, la hermana le relató que había estado limpiando y lavando las llagas de un hombre que había encontrado en las calles y cuyo cuerpo estaba cubierto de gusanos. “Durante tres horas-repitió la hermana- he estado tocando el cuerpo de Cristo”. Ella había comprendido que Cristo vive hoy, y uno de los lugares en donde vemos y tocamos su cuerpo es entre los pobres”.
Los textos de este domingo nos invitan a reconocer este cuerpo de Cristo en nuestras/os hermanas/os más dolientes, a procurar la justicia y el pan para todas/os, a repensar nuestra vida y nuestras opciones de cara a esta Pasión de Jesús: que nadie quede excluido/a de la mesa de la Vida. Que ese desafío esté presente en la vivencia de nuestras eucaristías y también en este día de compromiso ciudadano para Argentina.

Hna. Leticia Batista
Bachiller en Ciencias Bíblicas