Pilares
Pilares del carisma dominicano
Cuando hablamos de pilares, estamos haciendo referencia a lo que sostiene un edificio u obra de peso.
Nuestra espiritualidad dominicana, que es una espiritualidad apostólica, pues Domingo la quiso así, nos hace una familia netamente apostólica. Lo expresan las primeras Constituciones que todos profesamos, cuando dice:
“Dado que nos hacemos partícipes de la misión de los apóstoles, imitamos también su vida, según el modo ideado por Santo Domingo…” (Const. Fund. IV.)
Y, ¿cuál era la misión de los apóstoles?
- Una misión, como dice el apóstol Pablo, para Evangelizar. “Ay de mí si no evangelizara.” (1ª .Cor. 9, 16 -23), es decir, ¡ay de nosotras si no predicamos la Buena Noticia de Jesús! Domingo, nuestro fundador, lo entendió y por eso la Familia dominicana es netamente apostólica.
- Una misión de apóstol (discípulo), de Jesús, para vivirla unidos, teniendo todo en común (Hech. 2,44), como las primeras comunidades cristianas; así, la vida en Comunidad se torna pilar de nuestro carisma.
- Comunidad que tiene como centro la Palabra, la fracción del pan (Eucaristía), y las oraciones. En la Liturgia los hijos e hijas de Domingo «alabamos a Dios« (Hech. 2,46-47), le bendecimos, para luego ALABAR , BENDECIR , PREDICAR, el trípode de la Orden.
- Alabanza que surge de una oración contemplativa, pues, tenemos “los ojos fijos en Jesús, el que inicia y consuma la fe” (Heb. 12,1-2). Bendición, pues, hemos sido llamadas a heredar una Bendición (1ª. P. 3,8-9).
- Predicar, que nos exige no sólo el alimento de la oración, sino del estudio como una manera de “mendigar la Verdad”, como expresa el ex Maestro Timothy Radcliffe OP.
- Mendigamos la Verdad, no sólo porque reconocemos nuestra pequeñez, sino porque la Verdad no es una idea ni un concepto, la Verdad es Jesús mismo que dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn. 14,5-6).
- Para sentir que todo esto es posible, nos apoyamos en la que es Madre de nuestra Orden, María del Rosario. Ella fue la primera discípula de Jesús, aprendió con los ojos fijos en Él, todo lo bueno y bello de su mensaje; por eso, debe tornarse nuestra compañera inseparable.
- Y, si es nuestra compañera, que mejor que amarla, meditando su vida y sus momentos. Para ello, un instrumento eficaz es el Rosario, que nos ayuda a imitar a María en su camino de discipulado.