El Encuentro en nuestra Predicación
Nuestra misión como predicadoras nos lleva a compartir caminos de búsquedas, en las que el mismo Jesús nos anima a integrar la totalidad de lo que somos como mujeres, es por esto que compartir el encuentro nos conmueve entrañablemente. La invitación de Jesús a ser mujeres que se atreven a vivir el amor predicado en el Evangelio, nos desafía a hablar con palabras nacidas de este encuentro con Él. “No podemos callar lo que hemos visto y oído” (Hch 4,20) este decir de los primeros hermanos, impregnan la esencia de nuestro carisma como una fuerza que brota de nuestro interior y que necesariamente damos sin esperar a cambio.
Durante esta semana, compartimos una jornada de estudio, reflexión y oración, con jóvenes que intentan como nosotras, cruzar a la otra orilla. Apostando la vida en decisiones, opciones y compromisos, que nos llenan de sentido. El estudio nos orienta a nombrar y reconocer en el encuentro, los rostros de nuestras hermanas y hermanos. Contemplamos sus rostros no sólo desde la mirada sino escuchando lo que nos dicen, poniéndolos sobre nosotros, como expresa Felicísimo Martínez OP., en su reflexión sobre la Predicación como Encuentro, presentado en el Congreso de cierre por los ochocientos años de la Orden.
Desde nuestras experiencias, compartimos momentos en los que predicamos con todo el ser, en la que nuestro cuerpo y nuestras palabras son vida, emociones, silencio, sentimientos y afectos sellados por la fe.
A la luz de nuestro estudio vislumbramos, la importancia de distinguir, como enseñaba Humberto de Romans , entre predicar con la palabra creída, contemplada y sufrida, de aquella predicación aprendida y convencional. Para esto se hace imprescindible transmitir el mensaje de Jesús que gesta compasión, misericordia, alivio y esperanza. Como también, concebir a nuestros hermanos, como quienes nos ofrecen la posibilidad de humanizarnos en un vínculo profundamente gratuito.
La riqueza de la contemplación en nuestro carisma de predicadoras y predicadores, nos lleva a partir de un silencio receptivo, atento al Espíritu, a los ‘Signos de los tiempos’, para percibir lo que Dios nos revela hoy. Y concluir nuestra predicación en un silencio plenamente agradecido, que motiva a la transformación necesaria y urgente de la realidad.
El encuentro es posibilidad de que nuestra predicación sea en nombre de Dios, somos su palabra, como el ‘Dabar’ que pronuncia en la creación, llamando a todos a la existencia.
Que nuestra ‘vida toda’ sea testimonio de esta Palabra creadora de Dios. Tratemos siempre fielmente de transmitir su mensaje.
Hna. Mariana González