Visita a Cuba junto al equipo de CODALC
Del 27 abril al 5 de mayo, tuve la oportunidad de visitar La Habana, Cuba, con motivo de la reunión anual del equipo de la Confederación de Dominicas de América Latina y el Caribe – CODALC, el cual integro como Animadora del Cono Sur y como Promotora de la Predicación. En esta oportunidad abordamos los informes de cada realidad y discernimos juntas las actividades que continuamos promoviendo como equipo, que tiene la misión de: “anunciar la Palabra para contribuir a la construcción de un mundo nuevo en el Tercer Milenio, basado en: La JUSTICIA, la SOLIDARIDAD y la PAZ”. (Extracto de la Declaración Misional de CODALC).
Valoro la riqueza de estos espacios donde la mirada se amplía al compartir como familia las alegrías y tristezas de los países en los cuales comprometemos nuestras vidas desde la predicación.
En esta visita tuvimos algunos momentos muy significativos. El primero fue el encuentro con la comunidad de los hermanos en la Parroquia de San Juan de Letrán, allí trabajamos junto con nuestros hermanos de CIDALC donde acordamos aspectos de las actividades que tenemos en común, como son el Curso de Formadores y los días compartidos en las próximas Asambleas generales. Fr. Lester nos introdujo a la realidad de Cuba, desde una perspectiva histórica y un análisis crítico desde su propia experiencia personal.
Personalmente valoré muchísimo este momento, escuchar experiencias vitales siempre permiten un anclaje con la realidad, de modo diferente. Sin dudas el proceso de la revolución tuvo diferentes momentos, todos los cubanos resaltan el “período especial” donde la carencia de cuestiones básicas fue un sufrimiento muy grande para todos los habitantes del país. La situación de la Iglesia, también fue cambiando, al inicio apoya la revolución junto con la clase media, pero cuando se declara de carácter socialista es la primera en oponerse, en los momentos más difíciles fue la única voz que pudo levantarse para denunciar fusilamientos y atropellos contra la dignidad humana, es allí cuando es considerada “enemiga de la revolución” y mucha gente por miedo abandona la Iglesia. En este momento hay más apertura, pero los controles del Estado siguen vigentes y velando por lo que se dice o no.
Tuvimos la alegría de conocer a Fr. Domingo, quien en el momento de la revolución se quedó sólo en el convento por varios años, cuidando el edificio para que el Estado no se lo quitase. Hoy ya mayor sigue entregando su vida en este país.
En este momento nuestros hermanos tienen un Centro de estudios tolerado por el Estado, con 20 años de trabajo muy serio, donde brindan diferentes cursos, como: Diplomatura en humanismo y sociedad, Teología, Diseño gráfico, Filosofía, Cursos de idiomas, Formación integral de adolescentes, Estudios éticos y sociales, Sociología. Cuentan con 1.600 alumnos, sin distinción de credos.
Otro momento significativo fueron los dos encuentros en el Monasterio de Santa Catalina de Siena, uno para celebrar su fiesta y el segundo para una jornada junto a las monjas, las hermanas de las cuatro congregaciones presentes en Cuba y Fr Manuel Uña que animó e hizo posible este encuentro. Escuchar la vida y el compromiso de las hermanas en el país, es muy edificante. La escucha atenta de los sufrimientos de las personas, la soledad de muchos que tienen sus familias divididas en la isla y fuera de ella, acoger los miedos y los silencios, acompañar la vida en condiciones de necesidad. Sostener la esperanza y alentar la fe toda vez que es posible. Todas ellas destacan el rol de las abuelas que sostuvieron la fe desde que se declaró la revolución, llevando incluso a escondidas a sus nietos para ser bautizados. Aún hoy, personas que son creyentes tienen dificultades para conseguir trabajos o no les es posible estudiar en la universidad.
Nos habían sugerido llevar algunas cosas que se necesitaban, así que fue muy grande la alegría de compartir, para aliviar en algo estas necesidades por algún tiempo.
Durante el encuentro culminamos la reflexión pintando juntas un mural entre todas, que recogió la vida de nuestra familia dominicana en elementos simbólicos: la escucha atenta, el silencio, la Palabra de Dios que nutre, el arraigo y el desarraigo, la vida y la cultura siempre plena de alegría, la certeza que Dios acompaña este camino.
En la Eucaristía entregamos las cruces que pintamos con los misioneros de Santiago del Estero, en Semana Santa en La Pampa, fue un momento muy lindo sentir que nuestras comunidades se hermanaban, y las distancias se acortaban con gestos sencillos, surgidos del corazón.
Otro momento importante fue el 1 de mayo, por la ubicación de la casa, pudimos presenciar la gran manifestación de los trabajadores, que con pancartas, banderas y diferentes elementos de identificación se hicieron presentes, incluso con sus familias. Quienes trabajan en el Estado, tenían la obligación de participar, pero también se veían otras personas, incluso de otros países que adherían al evento. La única manera de acceder hasta el palco central era acompañando la marcha. No era posible ser un simple espectador.
Seguirá resonando en mí la alegría y cercanía del pueblo cubano, su hospitalidad, sus calles con una arquitectura exquisita, cargada de historia, su parque automotor que hace rememorar otros tiempos, la cercanía del mar, su mojito, el aroma de su café, sus artesanías cargadas de colores. Pero mi corazón continuará rezando y resonando con una Iglesia que vive en situaciones de exilio, ha quedado grabado en mi corazón el testimonio de sacerdotes que del ateísmo acogieron la fe al reconocer su humanidad y esperanza; y hoy sirven a este pueblo desde el ministerio.
Concluyo con la experiencia que me resultó más significativa, reconocer que cuando se sostiene la fe con convicción, es posible contagiar una alegría que nadie te podrá quitar nunca más.
Hna. Valeria Nougués O.P.
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