Misión de verano 2019
Para prepararse para salir a visitar las casas del lugar, los voluntarios dedicaron un tiempo a encontrarse con ellos mismos y con ese Jesús que los convocó a vivir esta experiencia. Después de un espacio de desierto y reflexión personal y grupal, el ícono de La Anunciación animó la celebración de envío.
En las visitas a las familias, no faltaron los mates, las invitaciones a sentarse a la mesa, las anécdotas que sacaron sonrisas y los ratos de relatos dolorosos, que se iluminaron con abrazos y oraciones compartidas. También Dios se hizo presente en su Palabra y su Cuerpo, en las casas de enfermos y ancianos que pidieron recibirlo en la Eucaristía.
Por las tardes, nuestra casa invitaba a niños, jóvenes y adultos a participar de las actividades preparadas por los voluntarios. Los juegos estuvieron acompañados por charlas y risas, con algo para la merienda. Luego, en las celebraciones de la Palabra se contaban y escuchaban buenas noticias y todos pensaban juntos cómo construir una comunidad más unida, que viva en paz.
Compartimos los testimonios de algunos de los voluntarios que participaron de la misión:
Hay una frase que dice que la “ La vida crece dándola y se debilita si no se comparte”. Y creo que misionar es eso, compartir, servir y darnos. Es también, caminar junto a otros, un “otro” que es diferente a mí y que lo encuentro en mí. Cada misión me permite conocerme un poquito más, por eso creo que este tipo de experiencias me da la posibilidad de preparar mi corazón para acoger en él a otros, prepararlo para la disponibilidad y encontrar la riqueza que hay en el corazón a fin de ponerla al servicio. Nuevamente opté por ir a la misión de verano en La Pampa, Ascochinga porque el aprendizaje que me deja el encuentro y el compartir con personas de otras comunidades, es el motivo principal de querer volver. Me parece muy valioso conocer cómo trabajan , cómo se relacionan, la manera de pensar y cuáles son sus objetivos como comunidad. Y, por segunda vez, entendí que respetar y tolerar las diferencias, que nos hacen ser lo que somos, y sobre todo valorarlas, es lo que enriquece mi camino como misionera. Entendí que vivir desde la alteridad es uno de los tantos caminos que me llevan a sentir y ver la huella del otro en mí; a verme reflejada en lo que me rodea ; a conocerme para conocer al otro, y sobre todas las cosas, a entender que el otro y yo somos el mismo el ser. (Lourdes Lafitte – Rosario)
“Quería darles las gracias muchísimas por lo que me han hecho sentir cada uno de ustedes, chicas, chicos y Hermanas. No ha sido necesario saber mucho sobre sus vidas, simplemente me ha bastado con lo que he visto con mis propios ojos para sentirlos queridos. Me han ayudado a confirmar mi idea acerca del poder invisible que tenemos todos… y de cuántas cosas podemos hacer en la vida de otros con la simple razón de estar, sin siquiera tener intenciones de cambio, tan solo siendo quienes somos… cada uno a su forma, y a su manera. Gracias por lo enseñado… por ayudarme a ver la diferencia cultural, y aprender de ella.” (Nerea Bruno – Santiago del Estero)
Una experiencia muy linda, conocer y poder reconocer la familia Dominicana. El hecho de compartir la vida con personas que se entregan al otro sin distinción, es sencillamente genial, es fructífero y es reconfortante. Agradezco la oportunidad dada como así también la acogida: la disfruté mucho y, es más, la disfruto, no termina hoy, siempre algo nuevo empieza. Feliz de toparme con ustedes y tan bella naturaleza, en ella pude encontrar al que la hizo, al que la mantiene y a mí misma: ¡qué buen regalo ese! (Martina Pacheco Secco – Santiago del Estero)