Oyentes de la Palabra

Oyentes de la Palabra

LA PALABRA DEL DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO

El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos. El Señor guarda a los peregrinos. Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sion, de edad en edad.

I libro de los Reyes 17, 10-16, Salmo 145, Hebreos 9, 24-28 y Marcos 12, 38-44.

El domingo pasado el evangelista Marcos nos decía que la gente ya no se animaba a hacerle preguntas, quizás por miedo a lo que les podía plantear; no obstante Jesús quiere decirles algunas cosas que Él consideraba como fundamentales antes de su partida. Veamos entre este domingo y el que viene qué cree el Señor que debe ser fundamental en nuestra vida, ya que el domingo 24 es Cristo Rey y comenzamos con el Adviento. Antes de cerrar esta parte del evangelio, Marcos nos dará esas claves. Notemos lo que nos dicen estos versículos en la mesa de la Palabra de hoy, relacionándolos con los otros textos.

Podríamos dividir la narración que leemos en dos partes. La primera tiene que ver con un personaje importante para el pueblo de Israel de aquella época, un escriba. Estos se ocupaban de estudiar y transcribir la Ley, como así también de algunas situaciones legales del pueblo. Eran personas muy respetables, pero como en todos los ámbitos de la vida, algunos de ellos no vivían esa respetabilidad, se quedaban más en la apariencia que en la vida que proponía la Ley, la Palabra de Dios. Hoy Jesús nos enseña, con ejemplos concretos, señalando esa doblez de vida que bien puede encajar en nuestras actitudes. Estas se presentan en una suerte de “in crecendo” … pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes, devorar los bienes de las viudas y fingir hacer largas oraciones.

Si recordamos el domingo pasado la Ley invitaba a una sola cosa, “amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos”. ¡Lejos estamos si vivimos como estos escribas! Las tres primeras acciones y la última son actitudes que construyen una imagen falsa de nosotros mismos, y hace que no amemos a Dios y a nosotros mismos como nos pedía el único mandamiento. Ante estas acciones Jesús les dice a sus interlocutores que se distancien de ellos… pero ante aquellos que devoran los bienes de las viudas, no sólo tenemos que distanciarse, sino tener una mirada crítica…denotando lo terrible de esta actitud.

La segunda parte del evangelio nos presenta la imagen de una viuda. Sabemos que este grupo de personas en la época de Jesús era uno de los más vulnerables. No solo en el NT sino también en el Antiguo Testamento, tanto los Profetas como los Salmos, dejan claro que es un deber de vida proteger y hacerse cargo de ellas, así como de los huérfanos. Pero aquí no nos encontramos con una mujer ante quién debamos hacernos cargo, sino aquella que es ejemplo en la enseñanza de Jesús. El texto se presenta en una suerte de paralelo… veamos: “muchos ricos echaban mucho // una viuda pobre echó dos moneditas” … ¡bien gráfico! Además, subraya este paralelismo con el verbo que en la primera parte se presenta en imperfecto plural (con sentido de acciones repetitivas realizadas por muchos agentes) y en la segunda parte una acción puntual, una sola, realizada en el pasado. ¿Qué nos quiere decir con esto el Señor? Jesús no valora solo que haya dado lo poco que tenía por única vez, sino que “dio todo lo que tenía para vivir”, podríamos decir que “dio toda su vida”.

Algunos estudiosos dicen que esta imagen es figura de la entrega de Jesús en la cruz, que “dio su vida” por muchos. Y ante esto Dios no se deja ganar en generosidad, así como resucita a su Hijo, hace que su palabra permanezca fiel hasta el final, como la viuda de nuestra primera lectura que pone todo lo que tenía para vivir antes de morir, ella y su hijo. Ante esta entrega su harina y aceite no se acabó, porque Dios es fiel a su Palabra dicha por el “hombre de Dios”, Elías… eso es lo que cantamos en el Salmo de hoy:

El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos. El Señor guarda a los peregrinos. Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sion, de edad en edad.

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