Domingo 16 de Febrero 2020
El Señor nos pide que amemos a nuestros hermanos con un amor delicado, que no ofenda y que busque siempre…urgentemente la reconciliación y la paz. Nos invita además que vivamos en fidelidad el amor poniendo nuestras palabras como garantía de nuestra vida auténtica y honesta.
¿Quién puede hacerlo? Solo aquel que abre los ojos y desea contemplar las maravillas que el Señor nos invita vivir… entre ellas el verdadero amor entre hermanos.
Eclesiástico 15,15-20; Salmo 118; I de Corintios 2,6-10 y Mateo 5,17-37.
La venida de Jesús nos anuncia la llegada del reino de Dios. Este anuncio nos mueve a aceptar que somos llamados a vivir la felicidad en nuestra vida junto a nuestros hermanos. Ya existen personas que son signos de ello: “los pobres, los pacientes, los que lloran” (recordemos la bienaventuranzas). Esta invitación no queda en un anuncio sino que es una exigencia de vida. En el discurso de la montaña Mateo desarrolla estas exigencias en los capítulos 5 al 7; en estos textos nos transmite que la verdadera sabiduría, que Pablo nos habla en la segunda lectura, es aquella que se transforma en “sal de la tierra y luz del mundo” porque se vive entre los hermanos. Para el evangelio mateano el testimonio de la comunidad ante el mundo es aquello que asegura la evangelización.
Jesús quiere darnos a conocer sus palabras y su vida para que mediante ellas conozcamos la voluntad del Padre: poner en orden las relaciones entre sus hijos, que por la presencia del Hijo se han transformado en hermanos. Veamos cómo nos plantean las lecturas de hoy este desafío (Solo para profundizar: el evangelio que leemos este domingo y el próximo deberían ser leídos de manera continuada).
La lectura del Eclesiástico nos trae la primera actitud que quisiéramos destacar en este domingo. El gran regalo con que nos creó el Señor es nuestra capacidad de elección. Es una constante en el AT que el escritor bíblico destaque la posibilidad que tiene el ser humano de estar ante la vida y la muerte, ante el camino sabio y la insensatez, ante el bien y el mal. Ya el libro del Deuteronomio (30,15-20) coloca esta disyuntiva, expresándola muy gráficamente: “los dos caminos» que Dios pone frente al hombre para que opte. Este regalo genera en cada uno de nosotros la actitud de la responsabilidad de nuestras opciones. Somos seres responsables. No cabe aquí arrojar la responsabilidad a ninguna otra persona ni a Dios mismo. El sabio es aquel que sabe dar respuestas de sus elecciones, principalmente de aquellas que le generan vida y una vida plena para los demás.
Lo segundo que deseamos resaltar en este domingo es la radicalidad que nos trae Mateo. La presencia de Jesús agudiza nuestro discernimiento en estas elecciones que nos planteaba la primera lectura. El reino de Dios, que se manifiesta con la llegada de Jesús, no solo es la concreción de la ley de los padres…el texto aquí es bien gráfico: como se dijo “no matarás”, “no cometerás adulterio”, “el que repudie a su mujer”, “no jures en falso”, sino el yo ahora les digo…
En esta segunda expresión el Maestro radicaliza los dos caminos del AT e invita a mirar más allá al hermano. No solo matarlo sino enojarse o insultarlo es un acto que puede llevar a la muerte. Jesús plantea que se quebranta el mandamiento no sólo con la muerte física sino con la agresión verbal. ¿Qué hacer si se cometió esta falta contra el hermano? Si se ofendió al hermano (“tu hermano”), hay que reconciliarse. No pueden agradar a Dios nuestras ofrendas y dones si un hermano tiene un motivo justificado de queja contra nosotros. La comunión entre hermanos da trascendencia y eficacia a la ofrenda hecha a Dios.
Esta radicalidad también se manifiesta en las otras acciones que pone el evangelista como escenarios de la vida fraterna y como motivos para ser sal y luz en el mundo. No solo el acto del adulterio sino ya con el deseo voluntario de hacerlo, simbolizado con la mirada, es ya un acto reprobable para una dinámica del reino que quiere la paz entre los hermanos. Así también la tercera situación: el repudio a la mujer ya genera en el corazón de quién firma el acta de divorcio un corazón infiel.
Por último, la cuarta actitud que nos trae Mateo también nos trasfiere ese plus característico del reino de Dios que Jesús encarna. Si en el libro del Levítico 19,12 se prohibía hablar falsamente, ahora Jesús prohíbe radical y absolutamente todo juramento y exige una veracidad incondicional en el hablar. La palabra nos compromete en nuestras relaciones: dar la palabra implica radicalmente darnos a nosotros mismos. Una sinceridad tal implica que ya no es necesario jurar frente los hermanos.
El Señor nos pide que amemos a nuestros hermanos con un amor delicado, que no ofenda y que busque siempre…urgentemente la reconciliación y la paz. Nos invita además que vivamos en fidelidad el amor poniendo nuestras palabras como garantía de nuestra vida auténtica y honesta.
Por último el Salmo 118, al que solemos llamar el salmo de la Palabra, nos regala la actitud fundante para vivir esas elecciones que requieren un plus en nuestra vida:
Dichoso el que busca con todo el corazón caminar en la voluntad de Dios…
¿Quién puede hacerlo? Solo aquel que abre los ojos y desea contemplar las maravillas que el Señor nos invita vivir… entre ellas el verdadero amor entre hermanos; relaciones humanas y divinas que nos hace ser humanos al estilo de Jesús y que se transforma en bendición para toda la humanidad.