Icono de la Encarnación
«Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn. 3,16).
Animadas por el desafío que nos propone el ícono de la Encarnación de reconocer a Dios que desea habitar en nuestros contextos y anunciarlo como signo de esperanza y fuente de salvación (Lc 4,18-21), nos invitamos a continuar gestando, junto a otros, una “Iglesia en salida, una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas”.[1] Una comunidad vivida desde esta clave urge a ir a esos lugares de intranquilidad en el mundo, allí donde nuestro servicio contribuye a establecer un espacio acogedor y sostenible para todos.[2] Nos sentimos impulsadas a ser signos de su esperanza y bondad, allí donde la armonía del ser humano y de nuestras sociedades está rota”. [3]
Como afirma el Papa Francisco en la encíclica Evangelii Gaudium, asumimos este dinamismo misionero, buscando llegar a todos sin excepciones, sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que no tienen con qué recompensarnos (Lc14,14). Hoy y siempre, los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino, que Jesús vino a traer. “Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos”.[4]
Entre estos olvidados nos preocupa la realidad que viven tantos niños y jóvenes, ellos son en el presente, no solamente en el futuro. Son niños y jóvenes que hoy pierden su vida y su presente adquiere una fragilidad cada vez mayor. Son objeto de trata, de la violencia de los adultos, la sobreprotección y abandono a la vez de sus de las familias, están librados a su propia suerte, a lo que podríamos llamar sus vacíos existenciales.
Desde la interpelación que nos hacen estas realidades, traemos la pregunta fundacional de Boisdron ¿qué podrían hacer ustedes por estos niños y jóvenes?. Deseamos observar sus rostros como Elmina los observó y responder desde nuestros “humildes intentos” a estas realidades humanas, colocando en nuestra mesa de estudio las cuestiones disputadas de nuestro tiempo[5] y animándonos mutuamente a comprometernos con ellos.
Por nuestra experiencia centenaria tenemos la convicción que los proyectos educativos, en todas sus formas, tienen como tarea hacer nacer, hacer crecer e impregnar las dinámicas de dar la vida. Y la vida que nace es la fuente desde donde brota más esperanza.[6]
Como dominicas estamos enviadas a compartir el pan de la Palabra,[7] porque hemos acogido el misterio de Dios que nos abre al rostro del otro, siendo sensibles y compasivas con las situaciones que requieren de nuestra solidaridad,[8] “pacificando las relaciones heridas y edificando la paz en el mundo. Por eso debemos entender que la predicación de la misericordia es una misión de sanación”.[9]
Desde la diversidad que vivimos hacia dentro de nuestras comunidades y en todos los espacios de predicación, deseamos asumir el desafío de la interculturalidad por la cual se “desarrolla al máximo la capacidad de las personas de diversas culturas para relacionarse entre sí de manera positiva y creativa”. [10]La misma nos posibilita dar el paso de una misión geográfica a una misión en la que se privilegia las relaciones, nos desafía a poner nuestra atención y solidaridad en las nuevas geografías humanas.
Dentro del proceso pedagógico de nuestras prácticas de Justicia, Paz e Integridad de la Creación, en el marco global de la exclusión y pauperización, donde la indiferencia y el descarte se han convertido en un modo de vida generalizado, deseamos tener como finalidad la formación de seres humanos comprometidos con la dignidad de cada persona y el bien común.[11] Buscamos acompañar procesos de transformación y construcción del porvenir, con acciones formativas comunitarias centradas en una ética de la vida, la solidaridad y la convivencia, es decir desde la ética del buen vivir. [12]
Como se afirma en las Actas del Capítulo de la Orden de Predicadores de Bolonia, 2016, “nuestra predicación, motivada por la misericordia, no puede ser ajena a la reconciliación entre la humanidad y la creación”.[13] El llamado del Papa Francisco a una acción responsable con la tierra y su sustentabilidad, debe ser para nosotras un fuerte compromiso por el bien común.
Sentimos cada vez más la urgencia de predicar en el continente digital, donde los avances tecnológicos nos ofrecen un poderoso instrumento de predicación, a través de Internet y las redes sociales. Las TICS son las nuevas formas de lenguaje para el anuncio del Evangelio y propician el diálogo y la interacción en una sociedad polarizada y dividida. [14]
[1] Evangelii Gaudium Nº 46.
[2] Fray Bruno Cadoré, Enviados a predicar el evangelio, discurso de clausura del Congreso para la Misión de la Orden Dominicana con motivo de la celebración de los 800 años, Roma, 21 enero 2017.
[3] Actas Capítulo de la Orden de Predicadores, Prólogo, Bolonia, 2016, Nº 71.
[4] Evangelii Gaudium, Nº 48.
[5] II Asamblea Pre-capitular, La Pampa, octubre 2017.
[6] Congregación para la Educación Católica, Educar al humanismo solidario para construir una civilización del amor, Nº 9.
[7] Actas Capítulo de la Orden de Predicadores, Prólogo, Bolonia, 2016, Nº 70.
[8] Memoria del COIE, Capítulo General de las HH Dominicas, 2018, pág. 12.
[9] Actas Capítulo de la Orden de Predicadores, Prólogo, Bolonia, 2016, Nº 72.
[10] Albó, Xavier. Iguales aunque diferentes. Hacia unas políticas interculturales y lingüísticas para Bolivia. La Paz, Ministerio de Educación, UNICEF y CIPCA, 1999, pág.84.
[11] Evangelii Gaudium, Nº 203.
[12] Memoria de la Comisión de Justicia y Paz, Capítulo 2018, pág 7. El Buen Vivir apunta a una ética de lo suficiente para toda la comunidad, y no solo es para el individuo. El Buen Vivir supone una visión holística e integradora del ser humano, inmerso en la gran comunidad terrenal, que incluye además de al ser humano, al aire, el agua, los suelos, las montañas, los árboles y los animales; es estar en profunda comunión con la Pachamama (Tierra), con las energías del Universo, y con Dios.
[13] Actas Capítulo de la Orden de Predicadores, Prólogo, Bolonia, 2016, Nº 77.
[14] Actas Capítulo de la Orden de Predicadores, Prólogo, Bolonia, 2016, Nº 76.