Icono de la Anunciación
“El Espíritu Santo descenderá sobre ti y
te cubrirá con su sombra” (Lc 1, 35).
Reconocemos que la vocación es un don que hemos recibido del Señor, quien ha posado su mirada sobre nosotras y nos ha amado (Mc. 10, 21), llamándonos a seguirlo en la vida consagrada. Al mismo tiempo una responsabilidad cuidarla y nutrirla, ya que llevamos este tesoro en vasijas de barro (II Cor 4,7).
Proclamamos que nuestra vida religiosa tiene como centro y fundamento el encuentro con la persona de Jesús que nos invita a acoger su misión. Comprendemos nuestra vida como una opción de fe y como expresión del discipulado al cual hemos sido convocadas vocacionalmente.
Nos reconocemos sedientas del Dios vivo y de sus manifestaciones, al estilo de Domingo y Elmina, que nutrían sus vidas en la escucha atenta de la Palabra y vivían su compasión en las líneas de fractura de la humanidad.[1]
Somos conscientes que nuestra vida se sostiene con la mirada fija en Jesús (Heb 12, 1 -2), que hace fecunda nuestra fe y fortalece nuestra pertenencia. Comprendemos que la vocación y la fe necesitan cultivarse desde las fuentes de la espiritualidad, el estudio y la vida compartida, estando siempre atentas a seguir la lógica del Evangelio y no ceder a los criterios de la mundanidad. [2]
Centradas en Jesucristo, somos llamadas a cuidar el tesoro de nuestra vocación con responsabilidad, ya que es un don al servicio del Reino y expresión de la amistad de Dios con la humanidad.
Estamos convencidas que la profesión religiosa mediante los votos, es signo y expresión de un camino de encarnación de los valores del Reino, que nos impulsan y animan a dar cabida a todos en nuestro corazón. Somos conscientes que nuestra profesión religiosa es profética y contracultural.
Nos exhortamos a avanzar por un camino de sencillez, predicando con nuestra vida y contagiando la alegría que provoca el contacto con la Palabra contemplada y compartida.
[1] Fr. Pierre Claverie OP, Const. 85.
[2] Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en la plenaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, 28 de enero de 2017.