Oyentes de la Palabra
LA PALABRA DE DIOS EN EL DOMINGO DE RAMOS
Entremos con Jesús a Jerusalén y seamos sus discípulos en su camino de crucificado para humanizar la vida…en esto no quedaremos defraudados
Isaías 50,4-7, Salmo 21, Flp 2,6-11 y Lucas 22,14–23,56
ADENTRÁNDONOS EN LA PALABRA DE ESTE DOMINGO
Lo que nos hace cristianos es seguir a Jesús. Sin más, ¡esa es la clave! Este seguimiento a Jesús no es algo teórico o abstracto. Significa seguir sus pasos, comprometernos como él a “humanizar la vida”, y vivir así contribuyendo a que, poco a poco, se vaya haciendo realidad su proyecto de un mundo donde reine Dios y su justicia.
Los evangelistas han conservado la invitación de Jesús a sus discípulos, una invitación que continua siendo perturbadora: “Si alguno quiere venir detrás de mí… cargue sobre las espaldas su cruz y sígame”. Jesús no nos engaña: si lo seguimos de verdad tendremos que compartir su destino y ese mismo final será la mejor prueba de que su seguimiento es fiel. Seguir a Jesús es una tarea apasionante. Es difícil imaginar una vida más digna y noble. Pero para seguir a Jesús, es importante comprometernos en hacer un mundo más justo y más humano, y ayudar a convertir nuestras comunidades en una Iglesia más fiel a Jesús y más coherente con el evangelio. El acento no está en padecer más o menos ese seguimiento, sino entregar la vida por un mundo más digno y por una Iglesia más evangélica.
La liturgia de la Iglesia en cada Semana Santa nos expone a una pequeña dosis de lectura de la Biblia, señalando que deben leerse dos distintos relatos de la pasión dentro de un breve período. En el domingo de Ramos o de Pasión escuchamos la pasión según san Mateo (año A), Marcos (año B) y Lucas (año C), mientras que el Viernes Santo de cada año escuchamos la pasión según san Juan. ¡“Quienes tengan oídos para oír, entren y escuchen”!, deberían advertir al ingreso de cada Templo en esta semana que comienza.
Los dos relatos que se leen en un año determinado no ofrecen la misma imagen de la crucifixión de Jesús, tanto en su contenido como en la perspectiva general, por lo tanto nosotros intentaremos en pocas líneas recorrer esa invitación a seguir a Jesús en su camino de crucificado para humanizar la vida, desde la perspectiva de la comunidad de Lucas que leemos este año. Esta propuesta de la Pasión es acompañada todos los años por dos textos, uno de Isaías y otro de Pablo, veamos que nos aportan a la lectura lucana.
El texto del profeta Isaías nos presenta uno de los cuatro poemas que son conocidos como los “cánticos del siervo” por su referencia a un personaje a quien Dios llama como ‘su siervo’. Esta figura es relevante por cuanto la profecía de Isaías atribuye la gracia del rescate de la cautividad babilónica no sólo a la misericordia de Dios sino también a la obra de un mediador, el siervo sufriente, que es representado como una víctima expiatoria por los crímenes del pueblo y que obtiene el perdón para Israel en virtud de la entrega de su vida. En el fragmento del cántico que leemos hoy, el siervo es presentado como “fiel discípulo del Señor” a través de dos acciones: su lengua pronuncia lo que el Señor le indica y su enseñanza procura consolar al abatido, quién ha perdido el sentido de la vida, procurando para él el único aliento que humaniza (50,4).
Pablo al describir, en la carta a los Filipenses, el proceso de vaciamiento/abajamiento de Jesús, revela una comprensión unitaria de las opciones fundamentales realizadas por Él a lo largo de su vida terrena. Esta auto-humillación de Jesús consiste en el rechazo de toda ambición y orgullo, que lo lleva a asumir una actitud mansa y humilde. El culmen de esta humillación es hacerse ‘obediente hasta la muerte’ (8b). Aquí el ‘hasta la muerte’ tiene un sentido calificativo más que temporal, ya que se trata de una obediencia que no cede ante ningún sacrificio personal, incluso el de la propia vida, le toma ‘su vida entera’.
Lucas en su narración de la pasión, pone de manifiesto en muchos lugares las preocupaciones que tiene como historiador y escritor: tiende a explicar mejor el desarrollo de los acontecimientos y a construir un relato bien ordenado. Pero a la vez, su narración es la del discípulo que revive la historia del maestro. Su posición personal se expresa en la repetida afirmación de la inocencia de Jesús y en la omisión de los detalles ofensivos o crueles. Por otra parte, la Pasión toma el aspecto de una invitación hecha al discípulo: es necesario seguir a Jesús por el camino de la Cruz. La narración es personal y exhortativa, es decir suscita y refuerza el empeño de cada uno en el seguimiento de Jesús.
Otra característica lucana que podemos destacar en la lectura de la Pasión a diferencia de los otros relatos, es sobre todo ‘la misericordia de Dios que se revela en la persona de Cristo’. Las palabras de Jesús en la cruz son un claro ejemplo. El ‘perdón porque no saben lo que hacen’, ‘la promesa del paraíso al buen ladrón’, ‘la confianza y abandono al Padre’. Por otra parte, resalta las actitudes de las personas ante la Pasión de Jesús: las lágrimas de Pedro, la compasión de las mujeres de Jerusalén, la tristeza de la gente que vuelve golpeándose el pecho.
Por otra parte, domingo de ramos celebramos la entrada de Jesús en Jerusalén donde va a sufrir su pasión y muerte en cruz. Es, por tanto, la puerta de la Semana Santa y la liturgia de este día nos invita a entrar con Jesús en la misma. En su ingreso a Jerusalén Jesús es aclamado como rey que viene en el nombre del Señor. Pero hace su ingreso como “un rey humilde, montado en un asno” como lo había profetizado el profeta Zacarías (Zac 9,9). La otra aclamación de los discípulos que leemos: “¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!” nos recuerda el canto de los ángeles al inicio del evangelio (2,14) y refuerza la misión de traer la paz propia de Jesús Mesías. No es, por tanto, un rey prepotente que hace alarde de su poder, sino un rey manso, humilde, pacífico y pacificador.
Vivamos esta celebración como verdaderos discípulos de Jesús, poniendo nuestra vida entera en servicio a nuestros hermanos que están más abatidos, muchas veces más que nosotros, sabiendo que la Palabra y Vida de Jesús transmitida por medio de nuestra disponibilidad, es un seguimiento que da vida y humaniza, a nosotros y a todos con quienes compartimos nuestra vida.
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