Voluntariado en Chaquivil de alumnas de Providence College (USA) en Tucumán
Entre el 22 de mayo y el 30 de junio, recibimos en la Casa Madre dos jóvenes estudiantes provenientes de Providence College, la Universidad de los frailes dominicos de Rhode Island. La Universidad dominicana ofrece diez becas anuales a estudiantes para ofrecer un servicio de voluntario en comunidades dominicas de países de América Latina, Sudáfrica, Filipinas y Australia. Este fue la tercera vez que recibimos voluntarias para mejorar la enseñanza del inglés en nuestros colegios Santa Catalina y Santa Rosa y sobre todo para establecer puentes culturales de intercambio y amistad.
Las invitamos a vistar los blogs que Annie y Gaby fueron escribiendo y también traducimos uno de los textos escritos por Annie luego de una semana en Chaquivil: Annie Kleinschmidt Blog Gabriella Sánchez Blog
Una semana en Chaquivil
No sé cómo empezar… ¿cómo puede alguien expresar completamente el impacto de una experiencia verdaderamente increíble?La semana pasada en Chaquivil me han hecho sonreír más de lo de que pensé que era humanamente posible.
Chaquivil es una pequeña comunidad ubicada en la zona baja de los Andes. No hay caminos, solo pequeños senderos que cruzan los ríos y envuelven los valles hasta que finalmente en zigzag llegan a la cima de la montaña. Por esta razón, solo es posible llegar a Chaquivil a caballo.
Comenzamos nuestra travesía en Raco, el pueblo más cercano al pie de la montaña donde buscamos nuestros caballos para el viaje de la semana. Esta es la parte donde más me emocioné: si me conocieran desde hace mucho tiempo, sabrán que amo los caballos. Cuando supe que debíamos cabalgar alrededor de ocho horas, estaba absolutamente entusiasmada. Conocí a Gerónimo (el caballo no tenía nombre antes del viaje, pero pensé que Gerónimo era el nombre apropiado para la aventura que estaba por venir). Creo que por la primera foto, pueden ver que yo estaba más entusiasmada por nuestra travesía que él. Y déjenme decirles que la vista desde arriba de un caballo es absolutamente increíble para una travesía a través de los Andes.
Solo resistimos por cuatro horas hasta que necesitamos desesperadamente un descanso (a esta altura ya había perdido la sensibilidad en mis pies). Paramos para estirar y ponernos nuestros ponchos para el frio ascenso.
Cuando empezamos nuestro camino hacia arriba a la montaña por las últimas cuatro horas, las nubes se asentaron. La montaña simplemente desapareció en la densa niebla.
Finalmente logramos llegar a la cima de la montaña cuando estaba cayendo la noche y llegamos a nuestro hogar por los próximos días, la escuela de Chaquivil. Por su ubicación rural, en primer lugar está alimentada por energía solar, y en segundo lugar los niños llegan de hasta cuatro horas de distancia a caballo para estudiar. Para estos alumnos, en la escuela hay habitaciones con cuchetas donde pueden quedarse durante la semana hasta regresar a sus hogares el fin de semana.
Nuestra semana en la escuela comenzó con los alumnos de las zonas cercanas, las familias en Chaquivil se dedican sobre todo al pastoreo de rebaños, cuidan los animales sobre una vasta extensión de tierra, lo que a veces requiere la colaboración de toda la familia. Por esta razón, la educación es como una especie de “vengan cuando puedan”, y por esto desafortunadamente, la escolarización es inconsistente.
Gaby y yo dividimos a los alumnos en grupos por edad y habilidades: yo les enseñe a los más pequeños de entre 5 y 7 años. Hay una gran diferencia que notamos entre los alumnos del colegio Santa Rosa y los de Chaquivil: los alumnos de Chasquivil son mucho más tranquilos y educados (aunque juro que amo a mis alumnos del Santa Rosa!).
El Inglés es obligatorio en las escuelas Argentinas, pero la mayoría de las escuelas rurales no tienen docentes de Inglés. Mi grupo de alumnos nunca antes había escuchado el inglés, por lo que nos enfocamos principalmente en el abecedario, los colores, y los nombres de los animales con los que trabajan diariamente.
Con Gaby llevamos desde Tucumán unos libros para colorear y otros materiales, y déjenme decirles que los libros para colorear fueron un acierto. Para el miércoles, los alumnos ya podían describir dibujos de los animales de la granja y los colores que usaron en inglés. Amé tener este pequeño grupo de alumnos porque me dieron la oportunidad de conocerlos a cada uno: desde los más tímidos hasta los un poco alborotados, estos alumnos llenaron los días con risas y entusiasmo por aprender.
El dialecto español de las montañas es mucho más diferente al de la capital, por lo que la comunicación fue otra historia. Pienso que una cita de Maya Angelou es apropiada en esta situación: “La gente olvidara lo que dijiste, olvidara lo que hiciste, pero nunca olvidara como les hiciste sentir”. Si aprendí algo en las montañas, es que nuestra real enseñanza va a tener un impacto microscópico en la vida de estos alumnos. La mitad de lo que aprendieron en una semana se lo olvidaran en la próxima semana. Sin embargo, los simples juegos que hicimos, trajo muchas risas entre los estudiantes, y fueron una oportunidad para hacer las típicas clases un poco diferente.
No puedo explicar lo increíble que fue que estos alumnos, que nunca antes habían hablado inglés, corran durante el recreo hacia mí a decirme “Hello,how are you?”. Sus sonrisas, su amabilidad, y las respuestas consideradas a cada una de mis preguntas, serán para siempre uno de mis recuerdos favoritos.
Además de enseñar, pudimos ser parte de una celebración rural Argentina: una procesión en honor a la Virgen. La gente de Chaquivil es católica, y las misas no son tan frecuentes (solo 3 a 4 veces por año) y como tampoco hay permanentemente un cura en el área, la gente pide por la intercesión de los Santos. Caminamos y luego dormimos una siesta mientras esperamos por la procesión en medio de la niebla. Nos despertamos después de un tiempo pero la procesión no estaba ni a la vista. Como estudiante, me acostumbré a mi estilo de vida ocupado, y fue difícil, aunque una lección necesaria de paciencia. En español dicen “Qué pasará, que pasará?” (todo a su tiempo). Mientras esperábamos, por primera vez salió el sol y disipó la niebla, dándonos una increíble vista. No teníamos idea que había montañas más grandes que habían estado cubiertas por la niebla de los últimos días; fue simplemente asombroso (las fotos ni siquiera “le hacen justicia”). A mi criterio es una metáfora perfecta. Cuando las nubes se disipaban, también lo hacía mi ansiedad e incertidumbres del propósito de este viaje. La inmensidad de las montañas que habían estado ocultas, se parece mucho al plan que tiene Dios para nosotros: nunca está todo claro, pero cuando abres tu mente y tu corazón, es increíblemente hermoso. Nos sentamos y escuchamos el silencio hasta que éste fue interrumpido por los tambores de la procesión que se acercaba. La comunidad de Chaquivil nos invitó a unirnos a la procesión con canciones, tambores y muchas banderas Argentinas.
La hermana Cynthia ha viajado a Chaquivil por 30 años, y en todo ese tiempo estableció un fuerte lazo con la comunidad. Yo estaba totalmente asombrada cuando ella saludaba prácticamente a todos por su nombre, mientras yo, una tímida Norteamericana, solo lograba decir “Hola” y “mucho gusto” cada vez que la Hermana me presentaba a alguien. La procesión finalmente paró en una casas de una gran familia que muy amablemente le ofreció empanadas a toda la procesión (si todavía no las han probado, por favor háganse un favor a ustedes mismos y pruébenlas: han cambiado mi vida por completo!)
En una de las casas, unos niños estaban jugando con un violín. Un dato rápido acerca de mí: toque el violín por siete años, pero prácticamente no había tocado el violín desde que me gradué del secundario. Le había mencionado esto antes brevemente a la Hermana, y apenas ella escuchó el violín, me pidió que tocara para todos. Lo único que pensaba era “oh,no, por favor, no”. Honestamente, creo que todo el tiempo que me llevó aprender, culminó allí en ese momento en la cima de la montaña. Como había sido difícil entendernos hablando, la música me ayudó a conectarme con las tres niñas que se ven en la foto. Inclusive vinieron a mi clase el día siguiente! Mamá y papá gracias por la paciencia y por lo invertido en mí limitado talento musical. Amé tanto estos momentos!!
En el resto del tiempo en Chaquivil hacíamos visitas a las casas con la Hermana. Las familias que conocí fueron increíblemente acogedoras. Una de estas familias tenía niños que eran mis alumnos. Juntos, tomamos mate sentados alrededor del fuego y hablamos de la vida y la fe en las montañas. La vida en las montañas es totalmente diferente: si hay electricidad, viene de los paneles solares, los animales deambulan por donde quieren y los chicos juegan diferentes juegos (como enlazar cráneos de toros), todo se cocina sobre fuego, el tiempo no existe, y las casas están construidas con ladrillos de barro hechos a mano.
Aunque fue una experiencia increíblemente diferente a la ruidosa vida de la capital de Tucumán, no puedo expresar lo agradecida que estoy de haber aprendido a vivir de otra manera, aunque sea por un tiempo corto. Ya extraño a mis alumnos y nuestro hogar en las montañas, y no puedo más que esperar volver algún día. Chao Chaquivil.
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