Barrio Alto La Pólvora. Tucumán. Argentina
La Hna Vilana en la memoria del Barrio Alto La Pólvora
15 de agosto de 2015. Fiesta de la Asunción
A unas 25 cuadras de la comunidad Casa Madre, se encuentra el barrio Alto La Pólvora, que creció a los alrededores del Cementerio del Norte. Esta zona corresponde a la jurisdicción de la parroquia La Reducción de la Arquidiócesis de Tucumán.
El párroco, Darío Montero, había escuchado relatos de las personas mayores de la comunidad de la Capilla del Valle del Alto La Pólvora, que en ese barrio las hermanas dominicas fueron quienes comenzaron con la evangelización hacia el año 1965 y que la capilla que comenzaron a construir -que hace las veces de salón comunitario- fue anterior a la creación de la misma parroquia. Por ese motivo nos invitó a participar de la bendición del altar fijo que se inauguraba en la Capilla del Valle, la “capilla madre del barrio”.
Fui ayer a la tarde a participar de esta celebración y comenzamos a caminar desde la Av. Juan B. Justo al 2100, fuimos rezando el Rosario y llevando la imagen de la Virgen del Valle en andas, unas 10 cuadras, hasta la Capilla del Valle.
El pequeño espacio quedó repleto de gente y el ritual de bendición del altar fue realizado con todos los detalles, colocando las reliquias de Santa Bernardita y fijando la piedra del altar con cemento. Al final de la misa fue el momento de los diálogos y recuerdos. Sobre todo Margarita, -una de las catequistas que tiene 59 años- fue quien recordó el nombre de la hna Vilana y fue emergiendo de a poco la memoria del corazón. Vilana con un grupo de alumnas del Colegio Santa Rosa visitaron ese barrio cada fin de semana, colaborando en tareas de catequesis y promoción humana. Margarita recordó a Vilana en su ternura y su cercanía con ellos y la constancia y compromiso de las jóvenes que la acompañaban, una de ellas de nombre Olga. Algo muy precioso que vivían cada año era una jornada que organizaba Vilana y las jóvenes misioneras en el Colegio Santa Catalina, «como todos los niños de este barrio éramos muy pobres, esperábamos ese paseo con ansias, era un lugar muy bello y ese día era de fiesta, por los juegos, por la amistad y la comida¨, comentó.
Luego me mostró un armario que había traído Vilana y que ahora es utilizado como mueble de sacristía, al verlo reconocí al típico mueble de las habitaciones de pupilas y hermanas. Todavía está en ese barrio, siendo un testigo silencioso del paso de Vilana, y su equipo de jóvenes por allí.
De regreso por esas calles la conversación con Darío y miembros del equipo de animación pastoral de la parroquia giró en torno a recuerdos dolorosos de los saqueos de 2013 y de cómo afectó la vida de los vecinos, el flagelo del paco, la violencia y la pobreza de esa zona de la ciudad. En medio de muchos relatos de muerte, esa fiesta en la capilla, el misachico por las calles, la bendición del altar, del ambón y la campana, se constituyó en un hermoso relato de vida para todos.
Volver a caminar las calles por las que transitó Vilana, que hoy todavía permanecen polvorientas, fue un precioso ritual de memoria dominicana.
Seguramente Vilana está contenta, viendo como su pequeña semilla después de 50 años se está convirtiéndo en un hermoso árbol que da cobijo a muchos.