Construyendo lo nuevo con esperanza
La Asamblea Sinodal Cono Sur se vivió con gran entusiasmo. Tuvo lugar del 6 al 10 de Marzo y participaron unas 200 personas de cinco países hermanos: Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay y Argentina. Acompañaron referentes de Conferencias Latinoamericanas, episcopales y eclesiales: CELAM, CEAM, REPAM. Y por supuesto de la Vida Religiosa (CLAR), que estuvo presente activamente.
Como nuevas generaciones de la vida consagrada, este sínodo nos trae nuevos aires de esperanza. Pensar que se va a concretar la renovación de la Iglesia no es tarea sencilla y decir que como Pueblo de Dios vamos a ‘reformar´ la Iglesia es mucho más complejo. Lo más importante es que no es imposible, el cambio es inminente. Hay gritos puntuales de nuestras comunidades de vida que desde hace mucho tiempo esperan esta transformación. Eso sí, va a implicar mucho trabajo, transparencia, compromiso, honestidad, corresponsabilidad, y sobre todo, una nueva forma de ser Iglesia todos juntos.
Nos sentimos guiados por la luz del Espíritu, pidiendo y deseando que su presencia sea más importante que las diferencias y que los conflictos. Que prevalezca la unidad en la diversidad, apagando toda amenaza que pudiera afectar este camino sinodal.
Se vivieron momentos de profundo discernimiento, mediante el método de la ‘conversación espiritual’ que fueron orientados por Oscar Martín SJ.
Cada uno de los aportes se hizo a conciencia y las instancias de conversación estuvieron muy bien preparadas. Se cuidó que las comunidades de vida estuvieran conformadas por personas de distintas vocaciones, opciones de vida y compromisos pastorales dentro de la Iglesia. Una novedad fue que también estuvieron conformadas por hermanos y hermanas, de otras religiones, de la Iglesia Pentecostal y Evangélica.
Fue importante la oración personal y comunitaria y el cuidado del clima sinodal. La experiencia eclesial fue honda y armónica, se podía percibir la ‘belleza de la trama’ como un regalo de anticipación de la Iglesia que soñamos. En todo momento se hizo referencia a las voces de nuestros hermanos y hermanas, a procesos, experiencias y reflexiones de cada comunidad de fe.
Realmente este Itinerario Sinodal marca históricamente un tiempo de Kairós, un tiempo de Dios. La imagen que nos acompaña es la de un pueblo que camina con Dios. Se hace mención numerosas veces a la necesidad de recuperar esta dimensión de “pueblo de Dios” y esto nos trae al corazón la teología del camino. La de buscar juntos dónde detenernos y descansar, qué cosas ajustar, dónde colocar la tienda. El sentido profundo es que vamos todos juntos, “ninguém solta a mão de ninguém”, como varias mujeres presentes expresaban. Es tiempo de tomarse un espacio para escuchar, ver las heridas abiertas de muchos hermanos y ayudar a sanar. Es tiempo de revisar las cosas que no hicimos bien y de las cuales, todos, todas tenemos responsabilidad.
Reconciliar supone pedir perdón, sanar y perdonar, sin esta dinámica todo sería vano. La vida religiosa ya comenzó esta búsqueda hace años y sin embargo, aún tenemos desafíos que afrontar para vivir este nuevo modo de ser Iglesia.
La experiencia eclesial vivida en el encuentro, nos hizo sentir la importancia de este sínodo. De la mayoría de las voces que escuchamos, salía con fuerza la necesidad de cuidar el sínodo. Reconocemos que hay grupos dentro de la Iglesia que no quieren el sínodo, pero también corre peligro de que se convierta en ideología, como salía en algunas síntesis. Como vida religiosa, debemos estar atentas y atentos para que no se pierda, de que no sea un evento más, de que no quede todo en palabras.
Hosana, cacique de una de las comunidades de la Amazonía, expresaba que para que este camino no sea uno de tantos, debemos “corazonear”, le pregunte a qué se refería y me dijo: “Es pensar con la razón y con el corazón, juntos, al mismo ritmo, al mismo tiempo. Si lo hacemos solo con la razón seguro se perderá, si lo hacemos solo con el corazón, seguro que algo nos faltará, si lo hacemos con la razón y el corazón juntos, ya es distinto, todo cobra sentido”.
Este itinerario sinodal visibilizó realidades que no todos conocíamos, especialmente de los pueblos originarios. Ellas, ellos, tienen mucho que enseñarnos. Las sabidurías que protegen ancestralmente, sobre el cuidado de la vida, su vinculación con la tierra, su capacidad para no soltar la mano de ninguno de sus hermanos y proteger al más débil y vulnerable.
Hosana agradecía la propuesta del Papa Francisco de iniciar este sínodo, invitar a todos y los esfuerzos que cada región está haciendo para que nadie se quede afuera. Sabemos que en las instancias de síntesis siempre se pierde algún aporte, pero este camino recién comienza y vino para quedarse. Quizás veamos los frutos, o tal vez, algunos de nosotros ya no estemos, pero sería hermoso que cada proyecto y misión lo hagamos sintiendo de que “ya es la hora”. Nos instala y orienta al presente y nos envía a un futuro confiado en el Espíritu que sopla donde quiere y va donde quiere. Esta tensión nos invita a “corazonear” cada paso que damos, cada decisión que tomamos.
La presencia de la Ruaj Santa, nos da la capacidad de estar atentos y receptivos, de atrevernos a los diálogos difíciles, dichos con fuerza y valentía profética. Por el único motivo de que amamos la iglesia y queremos ser parte de ella. Porque aún tenemos mucho para aportar al mundo, desde lo que somos, desde esta diversidad de dones enriquecidos por las culturas, que expresan nuestra fe en la Trinidad (comunidad de amor), nuestra fe cristológica (que nos centra en la persona de Jesús, en su misión, en dar la vida por amor).
La vida religiosa tiene mucho que aportar en esta restauración de la Iglesia, en cada comunidad, se reconocen sabidurías que dejan numerosas experiencias de sinodalidad, desde mucho antes del inicio de este sínodo. Estas sabidurías y modos de vivir la espiritualidad encarnada, de “ojos abiertos”, centrada en Jesucristo, junto a la riqueza de nuestros carismas, nos debe llevar a un compromiso profundo y activo. Debe llevarnos a revisar cuáles son aquellas actitudes, decisiones, modos de vida, que nos alejan del camino sinodal.
Al finalizar, se compartieron las síntesis de las demás asambleas y cada una de ellas subraya como un grito, que “la Vida Religiosa tiene que reavivar el don de la profecía.
Lo necesitamos”. Este es el “tiempo de Dios”, la oportunidad para reavivar los sueños y realizar los cambios que venimos postergando, que son anhelados y muy deseados. Quizás encontremos en nuestras hermanas y hermanos que hoy caminan junto a nosotros como Pueblo de Dios, la fuerza y valentía que necesitamos.
“La esperanza despunta ya”, la fuerza de la vida está aquí, no podemos seguir indiferentes a este clamor. La vida religiosa debe llegar a su mayor esplendor, recobrando el primer amor, la pasión por el anuncio del evangelio, trayendo al mundo justicia, paz y esperanza.
Que el Espíritu, la Ruaj Santa, se haga presente en este proceso y confiemos que caminamos todos juntos al querer de Dios. Que Dios Trinidad nos conceda la gracia de vivir este Kairós de la sinodalidad, entregando lo mejor de nuestro don.