La Amazonia, tema de predicación
Hoy, casi podríamos expresar que los incendios de la Amazonía (pulmón del mundo) hacen gemir a toda la creación con dolores de parto, pues son enfermados con la inconsciente actitud de los habitantes del planeta, que sordos a su gemido buscan saciar su sed de codicia y poder, queriendo explotar lo que nos ha sido dado para respirar.
El avance de las grandes corporaciones con su ciencia y tecnología, cual depredadores violentos, hieren lo más bello que Dios nos ha dado, la Amazonía como pulmón del mundo.
Me siento obligada en conciencia, más allá de toda especulación, a decir que me provoca un dolor profundo saberme parte de una sociedad y de un mundo que con tantos avatares por transitar, se ha olvidado de “respirar”.
Los budistas, que sienten la respiración como una forma de encontrar la paz del espíritu, seguro están muy preocupados con la enfermedad de nuestros pulmones.
Es urgente generar en todos nuestros espacios de predicación la toma de conciencia de que la enfermedad que padecemos puede llevarnos no sólo a la muerte, sino a transformar el hábitat donde vivimos en una etapa terminal de la humanidad bellamente creada por Dios para gozar.
Estaremos respirando un sórdido desecho de humo contaminante con todo tipo de tóxicos mortales, si no ponemos manos a la obra ya.
Tenemos jóvenes y niños que por más que sepan contenidos curriculares, si no pueden respirar se volverán incapaces de aprender y, más aún, no accederán al futuro que decimos dejarles, para que vivan felices.
Una jovencita de apenas 16 años, Greta Thunberg, activista ambiental de Noruega, ha sido capaz de llamar la atención de lo que nos pasa y convocando a miles y miles de todo el mundo, nos desafió a marchar el 20 de septiembre clamando por el cuidado de la creación.
No hace falta un día, sino todos los días, como dice el Papa Francisco, para poner el cuidado en nuestra madre tierra y en su caudal de expresiones como son el agua, el aire, la fauna, los animales con toda su gama de especies, atendiendo sus gemidos de parto.
Seamos parteras, como las de Egipto (Sifrá y Puá), que ante la amenaza de muerte por parte del faraón (Ex.1, 15-17) supieron vencer el temor al castigo, haciendo nacer la nueva vida y dando gloria a su Señor: «¡Laudato si!».
Hermana Teresa María Gallardo OP