Vigilia Pascual
Esta es una noche para hacer memoria, agradecer, creer en el amor de Dios y asumir el riesgo de amar. Y es vital porque haciendo memoria es como recuperamos la Esperanza; porque esta se alimenta de la memoria de las acciones de Dios en nuestra vida y en la de nuestros hermanos. Y esto es lo que hacemos en la liturgia de la Palabra de esta vigilia pascual, que nos presenta las principales intervenciones de Dios en la historia en favor de su pueblo.
Antes de compartir lo que nos sugieren las lecturas de esta noche quisiéramos recordar, como lo hacemos cada vigilia pascual, una pequeña parte de una homilía antigua sobre esta noche en el marco del descenso de Jesús al Sheol. El Sheol es el lugar de los muertos: allí no hay vida. Es imposible volver con vida del Sheol. Jesús desciende hasta allí y abre sus puertas. Ya no es imposible que haya vida en medio de la muerte; toda muerte puede recibir la presencia de la vida. Esto nos escandaliza y nos llena de esperanza… leamos:
“A ti te mando: despierta, tú qué duermes. Pues no te creé para que permanezcas cautivo en el abismo; levántate de entre los muertos; pues yo soy la vida de los muertos. Levántate obra de mis manos. Levántate imagen mía, creado a mi semejanza. Levántate salgamos de aquí, porque tú en mí y yo en ti formamos una sola e indivisible persona.
Por ti yo, tu Dios, me he hecho tu hijo; por ti yo, tu señor, he revestido tu condición de siervo; por ti yo, que estoy sobre los cielos, he venido a la tierra y he bajado al abismo; por ti me he hecho hombre semejante a un inválido que tiene su cama entre los muertos. Por ti dormí en la cruz y la lanza atravesó mi costado.
Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te saca del sueño del abismo. Mi lanza eliminó aquella espada que te amenazaba en el paraíso. Levántate, salgamos de aquí”
La liturgia en esta noche nos trae un trozo de la historia de la salvación a partir de 7 lecturas. Quisiéramos detenernos solamente en tres de ellas para poder descubrir lo que significa la resurrección en el lenguaje de Dios.
Génesis 1, 1—2, 2; Éxodo 14, 15—15, 1; Baruc 3, 9-15. 32—4, 4; Romanos 6, 3-11; Marcos 16, 1-7.
En primer lugar, en el libro del Génesis se nos presenta a la creación del mundo como una obra de amor del Padre con nosotros. El mundo fue creado por y para nosotros; y vivir en ella y disfrutarla es el fin de toda la creación. Pero este fin se une a una responsabilidad vital. Estamos tan unidos a la creación que nuestras opciones y definiciones repercuten en su existencia. San Pablo dirá a los romanos que toda la creación gime dolores de parto en espera de la resurrección junto con toda la humanidad. Ella sufre el pecado de los seres humanos como así también goza de la gracia que recibiremos.
En la segunda lectura se relata la gracia de la liberación de Egipto en el libro del Éxodo. Es la Pascua de Israel. La experiencia de fe del pueblo se confunde con la experiencia del poder creador de Dios que es capaz de liberarlos de la esclavitud y al mismo tiempo liberarlo del miedo a la libertad. Israel ha pasado de la noche a la luz de la mañana, de una orilla a la otra orilla, de Egipto al Desierto, de la esclavitud a la libertad, del pánico a un vínculo de Padre a hijo con el Señor. La libertad comienza dónde no existe más el temor y éste se disipa cuando reina la confianza y el abandono en Dios.
Por último, el evangelio que leemos esta noche es de Marcos. Allí se nos narra la experiencia que tuvieron tres mujeres cuando fueron el domingo temprano al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. Al llegar encontraron la piedra de entrada corrida y el sepulcro vacío. Estos signos, para llegar a la fe, necesitaron del anuncio explicito que les llegó por un misterioso joven, vestido con una túnica blanca, que estaba allí sentado: “buscan a Jesús de Nazaret, el crucificado; ha resucitado, no está aquí”.
Estas mujeres habían acudido al sepulcro para embalsamar el cuerpo de un muerto, el de Jesús a quién habían seguido los últimos tiempos. Pero se encontraron con una novedad que les cambió no solo su presente sino la manera de concebir sus vidas. Desde ahora deben continuar unidas a un proyecto que se vislumbra a partir de dos ejes: “el crucificado ya no está aquí” y “vayan a Galilea que allí lo verán” … ¿qué significa estas dos frases en la noche de Pascua?
Es la primera vez que se refiere un texto a Jesús como “el crucificado”. Este personaje vestido de blanco, ¿un mensajero del cielo?, les dice a las mujeres que desde ahora a Jesús se lo podrá reconocer como un crucificado que abrió las puertas de la salvación. Ya no es posible reconocerlo si no se mira sus heridas, que son las nuestras, las de la humanidad.
Lo otro que nos dice este enviado es que debemos “ir a la Galilea” … que sólo allí lo veremos y estaremos con él. La Galilea es el lugar donde comienza la misión y el día a día de la predicación del evangelio y los signos del reino para la comunidad de Marcos. La Galilea es el escenario geográfico, bíblicamente hablando, que se abre más universalmente a toda la humanidad. Sólo desde allí, caminando en misión y abriéndonos a todos, Jesús, el crucificado que ahora está resucitado, formará parte de nuestras vidas.
Renovemos en esta noche la memoria agradecida de la historia de nuestro pueblo que continuamente nos devuelve el accionar amoroso de Dios en ella. No como un simple recuerdo sino como un compromiso que nos pone de camino hacia la Galilea que todos tenemos… ese lugar que nos exige mirar y reconocer al Crucificado en nosotros y en nuestros hermanos y caminar con Él anunciando la vida que no tiene ya límite y que puede ser compartida con todos.
¡Qué el Señor nos bendiga con estos desplazamientos que nos resucitan!